viernes, 25 de octubre de 2013

NUESTRA PEQUEÑA VIDA


Estando en China y viendo un mundo literario y cultural tan diferente y desconocido - como desconocido es para ellos el nuestro - confirmé todo lo que pensaba sobre los mundos tangentes que se tocan solo en puntos aislados, pero que no llegan a penetrar uno en otro. El lenguaje es una barrera infranqueable, una muralla que separa e impide la ósmosis en el pensamiento hablado y escrito. Hay diferentes mundos culturales y eso, a pesar de internet, convierte el universo literario en universos múltiples sin puntos de conexión. A su vez, dentro de cada pequeño mundo cultural y social, hay tantos mundos de pequeños grupos e individuos, que se hace imposible el hacer referencia a la cultura, la literatura o el arte como un todo. El todo al que se aspira está siempre fragmentado y el único modo de llegar a un todo es que ese todo sea individual y personal y cada uno nos construyamos nuestro pequeño mundo, de paredes amplias si se puede, pero personal e intransferible y, sobre todo, complejo y difícil de compartir. No llegamos, esa es la verdad, más que a alcanzar algunos destellos de todo lo que se produce en las artes y las letras. Solo nos podemos quedar en pequeñas estancias y los caminos son tan inmensos que el único modo de no caer en el desasosiego es delimitar nuestros ámbitos. El sentido puede ser universal pero los logros y los lugares que habitamos tienen que ser elegidos de acuerdo a nuestras posibilidades de tiempo y espacio. Porque el objetivo tiene que ser integrar lo que somos y lo que deseamos, no rompernos persiguiendo lo general e inalcanzable. Es por ello tan importante que, junto a las cosas leídas, como dice Paul Auster, se encuentren las cosas vividas. Finalmente, no puede haber vida más infinita en su realización que nuestra pequeña vida. Amplia en la mirada, pero concreta en sus elecciones.

domingo, 6 de octubre de 2013

TIEMPO&EXISTENCIA

A determinadas personas les falta tiempo siempre... y  a otras les sobra. No es cuestión del exterior, es cuestión de quién cada uno es. El exterior, las tareas, son siempre un marco de referencia imposible para quienes desean conocer, vivir, experimentar todo. Es evidente que no todos somos iguales y que, de vez en cuando, en la evolución aparecen seres diferentes que, a pesar de serlo, tienen que aceptar las limitaciones de la organización social. Y luego está una terrible contradicción en la lucha por escapar de la cotidianidad: todos necesitamos una casa con paredes, alimentos y - los que vivimos en esta parte del mundo - una ducha de agua caliente en invierno. No vale de mucho la no aceptación. Sé que la Naturaleza es terrible. Y por eso admiro las consecuciones del ser humano. A ciegas, autoengañándose, ha luchado y lucha por el progreso, la mejora de la vida, se ha enfrentado a la enfermedad y a la muerte e intenta alcanzar las estrellas. Solo tiene un límite individual: su propio cuerpo. Y esa frontera, tarde o temprano, no levanta la barrera del tránsito.
La vida te va diciendo lo que hacer cuando miras bien. No podemos vencer al tiempo. Solo convertir en memoria los instantes eternos. Y vivirlos. Esa es la máxima rebelión: la no aceptación de la condena. Y buscar la luz en la oscuridad. Y, luego, tener la suerte de que esa luz alguna vez nos alcance y disipe el dolor y la extrañeza. Darle calor a la dureza de la existencia con la fuerza del corazón y la claridad de la mente. Los recuerdos son peldaños de nuestras raíces personales. Y siempre han sido previamente sucesos. Esos están en nuestra mano, una vez que nadie depende de nosotros - o solo dependen un poquito - y eso es cuestión de crecimiento, lucidez y firmeza. Y no ser un idiota: no tirar lo que tenemos por buscar lo que no podemos resolver ni conseguir. No exigir lo que no se nos puede dar. Esos conceptos sociales, tan arraigados por la ignorancia, esos comportamientos llenos de tópicos y de estupidez que solo llevan a quedarse con la nada en las manos. En la nada navegamos, pero intentamos que haya pequeños espacios de pertenencia y de esperanza. Pequeños huecos que no invadan. Pero también murallas de consciencia y aire en libertad que impidan las invasiones ajenas. Todo empieza a perderse cuando creemos que tenemos derechos sobre los otros. Cuando exigimos. O cuando pedimos. Pedir nos lleva al abismo. Solo se puede dar aquello que, a la vez, es recepción. Y luego está la física y la química... pero eso es la base de la vida. La vida, cruel y maravillosa, a la vez o por separado en ocasiones, que necesita saber que las mareas se sujetan a los rayos de luna y que es suma solo cuando la adrenalina y la dopamina de A y B circulan y se producen en el mismo sentido. ¿Química también el cariño? También... pero hay que amar la química, la de cada uno, que, a veces, confluye con la de otro. Y entonces se puede caminar. Y volar. Quizás haya algo más desconocido en nuestras posibilidades y potencialidades... Eso, intuitivamente, nos lleva más allá y nos permite sentir que algunas cosas y momentos se eleven sobre el horizonte limitado de la Humanidad. Nada es lineal y plano. Seguramente, lo que llamamos intuición es una avanzadilla de algunas inteligencias que están un paso por delante de lo común. Lo que llamamos magia que envuelve lo desconocido. Y que algunos percibimos a pesar del frío de las peores estaciones y los avisos del miedo. Ese miedo que solo puede ser vencido por la luz que penetra la tierra, que atraviesa la roca y salta sobre el agua. Esa luz capaz de alumbrar más allá del horizonte, capaz de disolver las sombras que el muro que se levanta contra el deseo proyecta contra su propia realidad.