domingo, 3 de julio de 2011

SOBRE LA MADERA SERIADA Y ÚNICA DE UN BANCO DE UN PARQUE

Poseer la vida, aunque sea parcialmente, poseer su misterio, su oscuridad, su luz y su sombra, y poseerla en silencio y sin explicaciones, está en la base del deseo.

El aire de la tarde está en calma, la energía fluye en silencio sobre este banco de madera y el reconocimiento y fijación de lo vivido, en la ausencia, confirma la presencia. No siempre lo recibido se corresponde con lo emitido. Por en medio juegan, no solo nuestra limitada capacidad biológica, sino el espacio y el tiempo y la comunicación y sus soportes. La totalidad es casi imposible. Sólo la mente se acerca, a veces, a ella. Solo el pensamiento puede conocer el instante que, a veces, es ajeno a su transmisión. Constato como los instrumentos tecnológicos que los traen y los llevan y que, en ocasiones, son fundamental ayuda, pueden también, no solo transformar o silenciar el mensaje, sino también la propia intención.

Después de esto sólo queda el silencio y los pequeños intentos en la actitud, el pensamiento, las sensaciones, los intentos...en el marco de la supervivencia. El individuo espera que el tiempo le libere de las cadenas conceptuales de los dogmas y las ideas que organizan la sociedad, espera siempre el advenimiento de la libertad, la armonía, la concordia.

Y en ese ámbito nos movemos: el de la espera y la esperanza. De vez en cuando una brisa serena y el valor de la memoria ayudan a mantener el rumbo, el camino, y la estancia. Quietud y movimiento se funden en nuestro interior y nos empujan más allá de la realidad exterior, del marco de referencia, obligado, parcial, y poco condescendiente, de la vida.