jueves, 24 de diciembre de 2009

LUNA DE AVELLANEDA

LUNA DE AVELLANEDA, DESPUES DE NAVIDAD

Cuando tengas un momento de duda, cuando vengan mal dadas, cuando estés a punto de arrojar la toalla, piensa en esta película, Luna de Avellaneda. Es un canto a la dignidad. Una película en la que se ve que la Naturaleza, la vida, sólo premia a los fuertes. Y que con la sensibilidad muchas veces tenemos que hacer un nudo alrededor del estómago para que no se nos suba al corazón. Cuando creas que sufres alguna injusticia o dolor, piensa solidariamente en aquellos que con una carrera universitaria en un punto perdido de Africa se arrojan al agua en una patera para perseguir sus sueños y vivir de lo que sea en un lugar extraño y que no conocen, si llegan a él, claro, si antes no mueren ahogados en el mar. Piensa en los padres y madres que se quedan esperando sin poder volver a ver a sus hijos. Como dice Román, el personaje principal de la película, " es importante poderse mirar uno mismo a la cara con orgullo, sabiendo hacer frente a la frustración, la impotencia, la adversidad" El Club Social de Avellaneda ese lugar que el protagonista no quiere dejar que se pierda, tragado por una inmobiliaria, puede pasar, acabar su andadura, pero el camino sigue ahí.

Eliseo Subiela, Juan José Campanella y Adolfo Aristaraín forman la trilogía mágica del cine argentino, al menos para mí. Esta película pasó a formar parte de las míticas de mi vida, en las que se incluyen algunas otras como El lado oscuro del corazón, Tocando el viento (Brassing Off), Million Dollar´s Baby...películas que nos hacen sentir y reflexionar, que nos hacen amar lo mejor del ser humano y apreciar la lucha, el esfuerzo por no rendirse, por seguir en el envite. Películas como El Hijo de la Novia, Solas, Finisterre, La buena suerte, Agua, Deliciosa Marta, Catherina va a citta, La meglio iuventute...y tantas otras que me han llegado muy adentro, y que hacen pensar.

De Luna de Avellaneda recuerdo la secuencia inolvidable de los momentos finales, en el hospital, del fundador del club, un viejo “gallego , Don Aquiles, interpretado magistralmente por Jose Luis López-Vazquez, en los que Román (Ricardo Darin) permanece a su lado en su agonía y le fabrica una luna con un foco a través de un biombo de la habitación de la clínica, porque la sala es interior y el viejito le pide que abra la ventana para ver la luna y está sólo y muriéndose. O también la escena final en la que Román, cuando se va a marchar derrotado porque han perdido la votación contra los que quieren vender el antiguo y deteriorado inmueble, encuentra el viejo carnet de niño que le hizo su padre y decide no huir, no abandonar, y enfrentarse al destino diciendo "Amadeo…¿cómo se crea de nuevo un club?”

Y el recuerdo de su vida de chico de familia pobre y el momento en que la madre, en las fiestas anuales del barrio, le dice: "Tienes que divertirte sin dinero…no tenemos un mango… mira ese en la picana...tú también puedes ganar un premio...vamos. Subí, subí…” Y pasa algún tiempo y, en otro momento, él niño percibe el dolor interior de la madre y le dice: “Vamos, no estés triste…subí, subí”.

O cuando, Román, derrotado, le pide a Dios, a la Luna, a quien sea, algo, una salida, con esta frase: “Tírame, tírame un palo que no esté enjabonado…”. Pero no sale.

Y otra frase de Don Aquiles..."Se apagó la luz y nosotros nos fuimos acostumbrando a la oscuridad y al final veíamos mejor que nadie...y ganamos”

Y la memoria de su llegada como emigrante a la Argentina: “Me vio un ruso y me encontró sólo, así que dijo: Haz como si fueras mi hijo al pasar la aduana. Y así me encontré: sólo y con un padre ruso que acababa de conocer. Pero llegué aquí”.

Volviendo de nuevo atrás, a la Asamblea del Club para vender o continuar, una tarea casi imposible, el representante de los que quieren vender dice “No podemos continuar así. La realidad no se arma con delirios. Si vendemos habrá trabajo para todos. Es un modo de recuperar la dignidad" . Y Román contesta: “Yo no tengo que recuperar la dignidad porque todavía no la perdí. Dentro de mi mismo se que hice lo que pude...estuve alguna vez a punto de no poder llevar la cabeza alta, pero no ocurrió. Y siento que, a veces, fui el mejor, moralmente el mejor”.

Cuando la votación se produce, ante la derrota de sus ideales, Román dice: "Ganó la banca, perdió el punto, como siempre" Y se marcha...hasta que, al encontrar su carnet infantil en el bolsillo, decide no rendirse y pregunta a su amigo, que le ha apoyado siempre, con la frase que repito porque es todo un símbolo: "Amadeo....¿como se funda de nuevo un club?".


Etiquetas: Del libro CRONICAS DE CINE

jueves, 3 de diciembre de 2009

ANTES DE NAVIDAD

A mi padre. Y a Santiago Solano.

"Port tenía que asumir que el cuerpo de su padre ya no era nada, que daba igual polvo o cenizas, que daba igual cualquier resto de materia. El se había ido y estaba de forma más real en su recuerdo que en los lugares de las exequias, en las condolencias y abrazos, en las formas de los pésames de familiares y amigos. Su padre, su querido padre, había estado con él mano con mano durante muchas noches de espera y esperanza en la cama 44 de aquella planta Sexta Norte que había recorrido, día tras día, para acompañarle y sostenerle. Ahora ya no estaba allí, no estaba detrás de la puerta de cristal traslúcido de la habitación 19 ni tampoco estaba en ningún lado. Sólo quizás en su corazón, sólo en su memoria y en sus lágrimas. Esas lágrimas que aparecían en silencio de forma intermitente cuando miraba por encima del paso de las horas, del paso inconmovible del tiempo."

martes, 1 de diciembre de 2009

ARCHIVO

Guarda ese pequeño lugar en tu corazón
donde limar el absurdo de los sucesos.
Presérvalo de la mirada del cerebro,
en el azar caliente de los sueños.

Deja su espacio como la habitación propia
donde se guarda el diario íntimo de los deseos.
No abras su puerta a extraños.

Allí duerme un niño que crece y se descrece.
Allí están los juguetes desbaratados y olvidados.
Y las hojas amarilleadas de una primera redacción.
Y allí, en la imaginaria consola de tu mente,
el archivo lleno de apuntes sobre lo imprevisible,
el cheque pagado por vivir,
el recibo por habitar la Tierra.

Guarda, guarda ese pequeño lugar en tu corazón
y no digas nunca que está amueblado
con el paso de la incertidumbre,
ni que esconde la ceniza, resto de la hoguera
de los sentimientos.

No les digas tampoco a los contadores de lo útil
que los cachivaches tienen historia,
que los retratos están vivos,
que los huecos tienen rastros de alma,
que tu casa es de arcilla y terciopelo
y con llaves de aire cierras sus secretos.