domingo, 9 de noviembre de 2008

FRIO

Frío en la cara...música de clarinete rodeada de invierno…¿60? ¿70?... años de cronología, de permanencia de los sueños, de tener que ganarse la vida tocando. Ahora en la calle, en una esquina, como un adorno de Navidad con alma.

Paso deprisa por la avenida de la Paz y la paz me parece más callada que nunca. Paz como nombre y como estancia silenciosa de la escasez, del tiene que ser así porque no hay otra.

Mientras, con los botones abrochados hasta arriba, el hombre del clarinete, ¿50?¿60?, apoya la espalda sobre una fachada de mármol. Lejos de su país, de su lengua, sus recuerdos. Lejos de la vida, aunque las notas de la melodía nos parezca que levantan su espíritu.

Escondido, asustado por el largo viaje hacía la tierra que pensó de promisión, sigue tocando mientras ve como los transeúntes caminan deprisa, perdidos entre sus pensamientos.

El los observa, a la vez que sopla y modula las notas de Smetana en la esperanza de encontrarse con ellos y noten su presencia. Con la esperanza de que se detengan y hagan una pequeña pausa para mover unas monedas desde sus bolsillos hasta el tapete tendido en la acera.

Pero hace frío. Demasiado frío para desalojar la mano del guante.
Demasiado frío para mirar. Y pararse.


(Emilio Porta. De Diario de un Sublunar, Noviembre 2008)